XIV Manda-miento





Y… NO EXPERIMENTARÁS GENÉTICAMENTE

“Homo sum, humani nihil a me alienum puto” (37)


Ni bien puso su alforja en la mesa, retiró la cama, escarbó la tierra, abrió la caja de herramientas, extrajo de ella: una dosis de cianuro, muchos recortes, decenas de trapos escritos, algunos registros en braille, un radio grabador y varios casettes de audio para lo que sería un osado relato sobre la situación del mundo y... un doloroso repaso de su lamentable existencia. Organizadas ya sus notas y aprovechando el limitado suministro de gas, calentó su mazamorra de soya, dividió en catorce raciones el pan de remolacha, untó dos de ellas con jalea de lombrices y con justo apetito se sentó a desayunar. Tras lamer dos veces los trastos usados y ponerlos en su lugar; guardó la mermelada, guardó el pan, orinó en un maloliente artefacto, lo tapó, aseguró la puerta y ordenando sus velados recuerdos, se dispuso a esperar con paciencia la llegada de la energía eléctrica.

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Casette 1.- En la cálida mañana…

Aún no llego a los setenta y aunque aparento vitalidad, poseo muy pocas fuerzas; camino erguido pero con temor, igual que mi padre a sus ochenta años, cuando, sin dejar rastro, desapareció. El vecino, entreteniendo su desconsuelo y a pesar de que tiene prohibido diagnosticar, me dice en voz baja: “no hay cuerpos enfermos, solo hay cuerpos sedientos” y así comedidamente me prepara pues afirma que muchos más serán reubicados. Me contó que días atrás presenció la partida de catorce trasladados. La decisión se habría tomado por: infecciones de vejiga, insuficiencia renal o la temida enfermedad de Crohn…

…No alcanzaron las pretensiones de la Cofradía de Salud…
¿Continuarán los experimentos? ¿Qué tan tarde serán nuestro alimento…? Cuando inician el control, todos nos preguntamos lo mismo pero nadie lo manifiesta. Respiramos tanto temor que nos inquietan hasta las sombras. Recelamos de todos y se percibe una remordida congoja. ¿Sufrirán igual en otros poblados? ¿Cómo será en el resto del mundo? El vecino insiste que las raciones son insuficientes. Hasta los niños que reciben una ración extra lucen famélicos. Casi no juegan. Se los ve hostiles. Invadidos de llagas. Huérfanos de importancia. Todos sabemos que si hasta los quince años no alcanzan las exigencias también serán trasladados. ¿Pero cómo podrían alcanzarlas…?
…Sospecho que nos están disminuyendo…

Cuando niños enfermábamos muy poco jugábamos en cualquier lugar y transitábamos a toda hora. Hoy, la circulación es limitada, la ciudad está cercada, permiten circular solo en zonas de trabajo y de lunes a sábado. El domingo concurrimos al antiguo coliseo y tras escuchar nuestros números, canjeamos cabellos y excrementos por el plástico, el aceite y las raciones. El resto del día nos entretenemos con los mensajes religiosos de la radio.

En noches de angustioso silencio, rememoro tiempos de libertad, hasta que el sueño me transporta a los maizales de mi infancia, donde con ansia devoro sus granos y mi sed la sacio con sus tallos. Engañado por espejismos de satisfacción despierto abatido y sediento; paseo en mi tugurio; humedezco mis labios con orina y tras dar vueltas y vueltas en la cama intento dormir pero…, frustrado retorno con ansia a mi dichosa infancia.

Con qué placer revivo el húmedo forraje de los campos y el disímil color de los vergeles, hasta logro contemplar como los árboles estremecidos por el viento acunan día y noche la campiña; como trepados en sus copas, devorábamos sus frutos y con que desdén escupíamos las semillas que germinadas, se convertían en verdes retoños, mientras otras nutrían a cientos de aves que, agitando sus alas, se perdían en el horizonte. ¿Árboles…? los pocos que había, los trasplantaron. ¿Aves…? la última la avisté hace muchos años. Nunca supe si fue un cuervo o una calandria. Fue un atardecer, cuando tras emerger de unas casuchas se alejó. Entonces, convivíamos con cientos de animales que: adornados, servían de mascotas; cebados, terminaban en los negocios; domados, nos divertían en los circos; y, secuestrados, los observábamos en zoológicos. Cuentan que aún existen para revoltijos genéticos y conservación. Su algarabía, no he escuchado en años. No los añoro. Siempre los consideré explotados. Lo que sí añoro en estos ardientes días son los veranos al inicio del siglo, cuando disfrutábamos aún del campo, las playas y los frescos riachuelos. Sin prohibición alguna, coronábamos las montañas, navegábamos en el mar, o nos internábamos en los bosques. Hoy, el perímetro de la ciudad es inaccesible.

Es que muy tarde nos convencimos que el 97% del agua del planeta era salada, el 2% era hielo, y apenas el 1% sustentaba la vida. ¡Necesitábamos protegerla! Hasta los gobiernos comprendieron a última hora la necesidad de limitar el consumo.
...Fuimos los últimos testigos del incontrolable derroche…

Inmodesto converso, a veces, como a través de kilómetros de tubería llegaba el exquisito líquido sin importar la hora o la altura. Millones habitábamos en pisos altos. La cotidiana ducha, el lavado de manos o el chapuzón en las piscinas pasaban inadvertidos. Sin alarde vivíamos limpios; algunos, muy bien peinados; otros, estilaban largas cabelleras. Renovábamos su color, su forma; y, las mujeres exhibían cientos de cortes, tintes o rizados. Jamás nos confundían y nadie se rapaba por temor a los parásitos. Los jóvenes de hoy no entienden cómo, embutidos con la última moda, fragantes, llenos de adornos, asfixiados por coloridas corbatas y con burdos aspavientos de recato, variábamos a diario nuestro aspecto.

En noches de calor y sed, recuerdo como de niños adorábamos la lluvia y como marchábamos alegres dentro de los charcos. Subyugados por su encanto irrumpíamos felices entre millones y millones de cristalinas gotas que humedeciendo el entorno, oxigenaban el ya ceniciento ambiente. Y de adultos cuando temerosos al resfrío o deslucir nuestro aspecto evitábamos su más mínimo contacto. Resguardados en ventanas, alelados dentro de los autos o bajo los antiguos paraguas, contemplábamos indiferentes como el veloz remolinar del manjar de los manjares, se escurría por las alcantarillas…
…Ahora son las constantes pesadillas de los más viejos…

En noches de helado silencio recuerdo, cuando en feliz algarabía veraneábamos junto al mar, sentándonos en la arena, arrullándonos con el golpeteo de sus aguas o relamiendo las delicias de su sima. Con pocas prendas, descalzos y en románticas noches de fogata, brisa y luna, franqueábamos la aurora, improvisando juegos, coplas o canciones. Muchos afortunados encontramos en esas tertulias el imperecedero amor…
…En inmensa soledad evoco a Lídu…, Una vez más me asalta la nostalgia…

Los que jugábamos en la playa, los que preferían broncear sus cuerpos o los súbditos del dios sol, sobrellevábamos indiferentes el incandescente entorno; pero al arribar el tedio, el apetito o el inesperado atardecer, mitigábamos con refrescantes duchas la ardiente aventura. Reconfortados una vez más por su chispeante abrazo, aireábamos el exceso de humedad y expectantes de la siguiente correría humectábamos nuevamente la piel con perfumados aceites, o cremas. Pasábamos de una jornada a otra, como se proclamaba en esos días “frescos como una lechuga”...
...Perdimos la opción de regular el confort de nuestro más cercano ámbito.

Sometidos por nuestro error, evadimos al torturante astro y temerosos aún del ya desaparecido cáncer, usamos además del ungüento de arcilla y orina..., pestilentes sombreros. El agua es racionada, los ríos inaccesibles, los pozos sellados y cualquier intento de apertura o perforación se castiga con el traslado.

Los muchachos nos reprochan, y con razón por el cruel racionamiento y emperifollados con trapos se burlan del antiguo culto a la imagen. Nadie repara en su rostro, peor aún en su figura, desaparecieron los espejos, perdimos la autoestima. Se extinguió el qué dirán. Nuestro aspecto es lamentable, nos falta humectación, la piel se nos irrita y nos sobran costras y moretones. Al privarnos, sin razón, de las esponjas que recibíamos con el aceite y el plástico, nos aseamos con trapos. Solo los más viejos desvariamos con los retretes, bañeras, jabón o crema dental, que hoy no servirían de mucho, pues las raciones son blandas. Nuestra digestión es irregular; reciclamos la orina en los artefactos que, por méritos, nos asignan; los que no poseen, la beben sin procesarla. Los desechos los envían a los estadios, cementerios y campos de golf que, ahora, funcionan como almácigos y lugar de trabajo de los más viejos. En las Cofradías de Salud ingresan solo enfermos. Si no salen, es por que fueron trasladados. A todos los moribundos les extraen sus partes útiles que remiten al centro de órganos, el resto sirve para investigación y el sobrante para la Cofradía de Alimentos. Desapareció la basura, y los exquisitos roedores. Solo en los semilleros apreciamos la vida. Y es de allí, donde los jóvenes se sustraen los gusanos y los intercambian por travesuras sexuales o halagos de sus padres. Los antiguos edificios son cuarteles o helipuertos. Nadie habita, ni puede acceder por encima de los tres metros; ningún congénere posee más de dos habitaciones…
Sobrevivimos hartos de esta sedienta y agónica existencia...


Casette 2.- En la ardiente tarde…

...¿Que cómo empezó todo? No empezó, desde siempre arrastrábamos abusos, amenazas y chantajes de toda índole. Además de recalcitrantes conflictos ideológicos considerados secretos de poder, hasta que a finales del siglo XX una fuerza, hambrienta de resultados y escasa en recursos, decidió encogerse de hombros y, endosando errores, originó el terrible accidente de Chernobil, obligando a las fichas del gran tablero a repartirse sutiles dominios y a mirar al mundo desde nuevas perspectivas. Años después, la caída de un infame muro, sepultó a los malos de turno y cesó la guerra fría. Hasta que, iniciado el nuevo siglo resucitaron los auténticos malignos que con blasón de terroristas y escalofriante cinismo termitharon sus gigantescas torres y a más de tres mil contribuyentes.

Se incrementó el gasto militar y cayeron las acciones de las aseguradoras élite elevándose solo las de las industrias de armas en la bolsa de Wall Street. Irak fue la nariz de la tormenta y soportó la cuñada de todas las batallas, subió el precio del petróleo, luego disminuyó y después se elevó sin control. Colapsó la banca gringa y en dos meses más, la europea exasperando así la crisis mundial. Nadie censuraba la impotencia de mercados ni la incontinencia de los mercaderes. Bajó el consumo y se confiscaron viviendas a miles de insolentes. Estalló la crisis de pícaros tenedores de deuda que, habían hecho operaciones con invisibles balances. Aparecieron billones para salvar a “ciertas” compañías a pesar que no había un dólar para combatir la pobreza. Se disparó el valor del oro, se duplicó el precio del trigo y del azúcar, bajó la reserva de cereales por el desarrollo de los biocombustibles. Sentaron a Obama, un oscuro demócrata en la presidencia de EEUU, como el Ecce Homo legatario de errores de gobiernos anteriores; meses después le inyectaron un Nóbel. Pasó de 30.000.000 la población de vagos. Se desató la pandemia AH1N1, y mientras las farmacéuticas frotaban sus manos, los mandos de salud se las desinfectaban; hasta el día que dizque la controlaron, 5.000 contagiados dejaron de estornudar para siempre. Como el V.I.H. de los años 70´, no se supo si fue fortuito o fue estrategia. Se evidenció la presencia femenina en el quehacer político, social, científico y religioso, trastrocando las tradicionales funciones del hombre. Las mujeres saturaban las burocracias en el día y en la noche, los bares; mientras sus parejas, sazonaban el hogar, el arte o se refugiaban en las drogas. Se intensificó el jadeo social y la ira de la masa. Vegetábamos en recesión. Surgieron líderes, ebrios por voltear el pastel pero bajaron la guardia por el peso del capital. Mientras cándidos gobernantes se drogaban con vanguardistas discursos, la mayoría no sabíamos qué hacer. El clima se alteraba sin tregua: lluvias al norte; al oeste, calores insoportables e incendios; sequías en el sur; al este mucho frío. 192 países se citaron en Copenhague dizque para bajar el efecto invernadero, fue un fracaso; igual que en Kyoto pocos años antes y Cancún un año después. Los necios de siempre se negaron a firmar. Un terremoto dejó sin hogar a miles de Haitianos y más de 4000 murieron por el cólera. Chile soportó un sismo de 8.8 seguido de un tsunami. Luego, tembló China y enseguida miles de brasileros murieron por las lluvias. Japón quedó abatido por un sismo 9.0, ruinoso por un mega tsunami y expectante por dilema nuclear. Los polos siguieron licuándose y el mar continuó su ascenso. Empezaron a represar el agua de los ríos, a esconder los víveres y a elevar su costo. Industrias que comercializaban cientos de marcas de un mismo tipo se obligaron a fabricar una de cada producto, hasta que se impusieron los mega mercados. Una vez adentro, se podía comprar: cupos de trabajo en el espacio, terapias biológicas, técnicas certeras para el suicidio casero, tv proyectores en tres dimensiones, sangre artificial y hasta aceite de avispa. Prohibieron montas, engordes y venta de carnes, hasta nivelar la producción vegetal, que había llegado al 94% solo para los piensos y corrales. Al crecer el monopolio, la prohibieron definitivamente…

Obligados en la primera hambruna a una dieta vegetariana nos convencimos de que lo que menos cuesta es lo que más alimenta, constatamos la disminución de obesos y de muchas enfermedades, tanto, que miles de médicos se dedicaron, con furia al tarot y al estudio de las estrellas. La ciencia informó sobre la abundancia de dióxido de carbono que desordenaba el equilibrio químico de los océanos, elevando su acidez y matando los arrecifes de coral y fitoplancton... Ninguna institución dio oídos... Nadie lideró nada. Aumentaron a miles las víctimas de la polución. No se detenía la fabricación de vehículos contaminantes ni permitían la fabricación en serie de alternativos. A pesar de que, la capa de ozono se afectaba más y más, los intereses frenaban cualquier iniciativa y los gobiernos, bendecidos por las tercas diestras; vilipendiados por la vieja política; apocados por los medios, cedían al poder económico... Nadie argumentaba que el mundo podía existir sin nosotros.

Se aceleraron los factores trampa: 
—Producción y venta de mercancías innecesarias que la publicidad las convertía en vitales. 
—Ceguera del gran público, que al consumir, ejercía un efecto multiplicador. 
—Espejismo del costo real versus el supuesto costo. 
—Discurso político que confundía a la opinión pública. 
—Bajos salarios y el creciente desempleo. 
—Temor a todos los bancos. 
—Anuencia de la Iglesia. —Silencio total de los medios.

Y a nivel global: exagerada pobreza de muchos e insolente riqueza de pocos; a causa de eternas deudas pactadas entre el triángulo de las verrugas (FMI, BM, y OMC) y abatidos gobernantes en su loco afán por sostenerse. Hasta que la iniciativa del señor de los anzuelos, motivó a varios gobiernos ayudarse entre sí y pagar sus deudas; al tiempo que, con países razonables, iniciaron trueques de acciones y servicios, por mano de obra y productos; otros los imitaron y se empezó a notar, por fin, un mayor desarrollo.

Los usureros de siempre sedientos de su habitual calostro se olvidaron: del alboroto bursátil, del feliz engorde, de los campos de golf y empezaron a frecuentar clínicas de reposo, psiquiatras y hasta confesores. Al desaparecer las deudas desaparecía el interés proyectil y sus armas solo resultaban ser cacareadas estrategias. Atormentados y delirantes ante semejante ausencia de deuda y por lo tanto de dinero, no les quedó más antídoto que correr con sus pasivos y sus millonarias reservas donde las madres del más viejo pánico del hombre… El dolor.

Para aquel tiempo las farmacéuticas tras de engullirse entre sí, eran ya una sola. Con la ayuda de los medios habían invadido el mundo con su droga HIPER-NO convirtiendo al 99.9% de la población en adictos hipertensos; y, tras engullir a los de mandil y la OMS iniciaron la descarada venta de tratamientos, insumos, equipos y accesorios. Para los insolventes tunantes fueron las madres, idóneas, para compartir otro tipo de usura… La Salud.

Unidos los agiotistas con los auditores de la muerte atrajeron a la Sociedad Obesa de Seguros, (SOS) que tras quebrar a las pequeñas, ostentaba ser la única madre, —a nivel mundial—, de otro de los miedos del hombre… La quiebra.

Con un apretón de manos se tragaron a las multinacionales de los alimentos, lograron la compra de varios ríos y cascadas, se engulleron al Opus Dei y a los atropelladores de la incertidumbre que se hallaban por esos días perdonando las impiedades a millones de insolventes a cambio de ofrendas de cualquier tipo… Drogados de impudicia y candor, formaron la primera Criptocracia “visible” en el globo.

Mientras tanto, el hemisferio izquierdo de la ciencia, se unió con los militares, con los bancos, con las líneas aéreas, con los gigantes de la comunicación y atropellando los tratados militarizaron los polos. Poseían gran parte del agua, la información, la tecnología y la protección. Bendecidos por los socialistas del más allá, conformaron la segunda Criptocracia “visible” en el globo.

Sometida el hambre, la sed, el entretenimiento, la seguridad y la vida eterna, los flamantes adalides sedujeron a los pueblos más débiles y después a los demás hasta que lograron controlar a todo el planeta.

Indiferentes a pequeñas discrepancias que se suscitan en un nuevo orden, lo demás era un regateo entre economistas. Todo marchaba a las “mil maravillas”, hasta que, un descomunal Tsunami arrasó la costa oeste de EEUU y tras resquebrajar en tres partes a la ciudad de Los Ángeles, la sumergió. Esta súbita tragedia fracturó los intereses y las pretensiones de las dos fuerzas, que ya soportaban severas resistencias. Entendieron, por fin, que los unos requerían de los otros y los otros no podían subsistir sin los unos; entonces, después de lances de dominio, además, temerosos de una guerra absurda, entre dos gigantes de papel, en medio de millones de seres que cada día teníamos menos que perder y bendecidos por los viejos cultores de la vida eterna; pactaron el acuerdo denominado Sol lucet ómnibus (38) logrando, por fin, devorarnos a todos.

Luego de quince días de festejos tomaron el control del globo, formando el primer gobierno mundial denominado: In aeternum  (39).
...Mientras millones de hipertensos aplaudían, miles esperábamos lo peor…


Casette 3.- En la gélida noche

Amos de la fuerza, alimento, agua y diversión, empezó la ordenada debacle. Emitieron una sola orden: Remplazar el Génesis de la Biblia con el libro llamado In aeternum que constaría de 51 capítulos y empezaría con las palabras:

“Y en el principio el agua es…”

Establecieron SEIS estamentos: Gobierno, Especie, Alimento, Distribución, Salubridad y Preservación.
Y DOS castigos: la muerte y el traslado.
Una territorialidad con 66 regiones y cada una con 6 cofradías.
La sede de In aeternum gobernará en el antiguo Vaticano y su alterna en la antigua ciudad de las Vegas. En “enlace regional” que duró una semana vimos, escuchamos o leímos que:

—La primera Cofradía, encausará la espiritualidad y la ley, castigando su incumplimiento; su ámbito será mundial. 
—La segunda cofradía, planificará una nueva humanidad mediante selección genética; su perímetro estará en el territorio del antiguo Brasil y la antigua Australia. —La tercera cofradía, controlará el agua las siembras, cultivos, almácigos y arborización; su accionar será mundial. 
—La cuarta Cofradía, regirá la alimentación, distribución y salud; su ámbito será regional. 
—La quinta cofradía, controlará la salud humana, la flora y los yacimientos su accionar será mundial. 
—La sexta cofradía, organizará la conservación animal; su acción se centrará en la antigua Argentina y en el sur de la ex África.

Al siguiente día, empezó el aterrador abuso. Horrorizados mirábamos como piquetes de auténticos forajidos, dotados de armamento, nos obligaban a salir de los hogares para, enseguida, confiscarnos: libros, enseres, artefactos, recuerdos, metales, mascotas y huir escoltados por nuestros propios vehículos. Nos dejaron solo una maleta con ropa, zapatos, útiles de aseo y un aparato de radio.

Al otro día, tras ser clasificados por edad, sexo, profesión y habilidades; fuimos reubicados en labores de burocracia, procreación, seguridad y agricultura; no sin antes, ser revisada nuestra salud, quitarnos medio litro de sangre y recibir varias vacunas. Con el tiempo, supimos, que una de ellas contenía un microchip de rastreo satelital y también registraba identidad, raza, información genética y tareas.

Al siguiente día, empezaron las actividades de acopio del alimento existente, así como la preparación de tierras, en lugares cercanos, para planes de siembra, almácigos y arborización. Otros grupos se dedicaron al amurallado de la ciudad y lugares previstos para diferentes menesteres.

Nos recogían a las 06h:00 y regresábamos a las 18h:00 y siempre en camiones custodiados. A los que se resistían jamás se los volvía a ver. Cada año somos reubicados hasta alcanzar los sesenta años día en que nos asignan el trabajo en los semilleros y nos prestan dos habitaciones hasta el día del último traslado.

¿.....................?.

Así hemos subsistido por muchos años, separados de hijos, esposas, muchos de los cuales murieron víctimas de tristeza, soledad, suicidios y enfermedades.
A pesar que disfrutamos de paz, alimento, ocupación, aire puro, ausencia de basura, esparcimiento radial y sueños de libertad; no cesan los suicidios incitados por xenofóbicos (40) sefardíes que, añorando el comercio, pretenden condicionar los destinos. Con Kippas fabricadas de piel humana y adornada con un rizo, exhortan a guardar el Sabbath y a luchar por el libre albedrío. Se hacen llamar los Zelotes de Dios, adoradores de Judas y fieles de la furtiva iglesia de los Halajás. Rebeldes al nuevo orden anuncian el advenimiento del verdadero Mesías que nacerá signado con tres sietes, (777) y que pronto vendrá a imponer justicia.

Meses atrás han empezado a incluir en las raciones mensajes de resistencia, además de orejas, lenguas, dedos, pezones y hasta penes circuncidados. Sabemos que son asquerosas travesuras de los empacadores Israelíes, que mediante bulas, espejos, prostitución infantil y cucarachas de engorde, se están apropiando de la Cofradía del Alimento…

Es tan repugnante el aspecto de las raciones, que a más de quitarnos el apetito o provocarnos vómito, incitan a algunos a optar por el ayuno, mientras que para otros se han convertido en iconos de lucha pues los llevan como amuletos.

Dos meses atrás, justo el día que In aeternum cumplía años de despótico poder, sucedió algo verdaderamente promisorio pero cruel. Fue un día domingo, cuando en las puertas de la abandonada catedral, amanecieron tres agitadores judíos, colgados de cabeza, desnudos y sus bocas embutidas con Kippas. Se les había untado miel y tras haber sido víctimas de millones de reaparecidas hormigas exhibían ya, gran parte de sus osamentas.

En lo alto de sus ataduras, habían escrito:

Shiksas y Shkutz advierten¡¡NO MÁS ATROPELLOS A LA INCERTI


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Interrumpido por el cese de la energía que ordenaba el fin de la vigilia se alumbró con la indiferente fluorescencia de la luna. Se agachó al escondite guardó los casettes grabados los que usaría el próximo domingo, sus apuntes, su equipo de grabación y la dosis de cianuro. Cerró la caja, la cubrió con tierra, movió la cama a su lugar y vencido por el cansancio, decidió postergar para otro día su práctica de braille.

Lentamente y muy tembloroso se arrinconó a descansar, no sin antes orinar en el artefacto y tachar, en el improvisado calendario, la fecha que cuatro horas después concluiría.

                                                       ...Tachó el 13 del Marzo del 2079.


(37) Soy humano, nada de lo humano me es ajeno.
(38) Sol lucet ómnibus: El sol luce para todos
(39) In aeternum: Para siempre
(40) Xenofobia: Pánico a extraños y extranjeros