Y… NO LEVANTARÁS FALSO TESTIMONIO NI MENTIRÁS
“Intelligenti pauca sufficiunt” (21)
A muchos Medios de Comunicación...
La
perspicaz chiquilla y su petulante padre viajaban secuestrados por caprichosas
reservas.
Él, liberado, al
fin, de la semanera corbata, vestía un descolorido solideo, una playera, un
short y unas sandalias de franciscano. Encubriendo su mirada con gafas de
última generación, guiaba presuntuoso su 4x4 “Alto”, fumaba sin descanso y lucía inquieto
por llegar a la cabaña donde veraneaban su esposa y sus otros hijos. Ella
soñolienta y aún con el abrigo del viernes, se mostraba enojada, pues sin soñar
lo suficiente la despertaron con tres aplausos, para el tempranero viaje;
además, afligida, pues no lograba entender por qué se negaron a invitar, a las
cortas vacaciones de la familia, a su compañero de colegio y menos aún, a su amada
mascota. Tras decenas
de kilómetros recorridos, aburrida por tanta indiferencia y en tono similar al
de su inflexible madre, la adolescente… Inquirió:
—Oye… ¿
encontraste por fin un trabajo?
Visiblemente
engreído por no haber sido él quién inició la conversación, ávido por brillar y
anhelante de que su hija participe más seguido en las conversas de familia, dejó
de preocuparse de sus espejismos económicos, encendió otro cigarrillo y
haciendo un esfuerzo por escucharse simpático, respondió:
—Si, mi amor, en
la agencia, del tío Jacob…; soy el creativo.
—¿Creativo?
¿Y qué es lo que tú haces?
—¿Qué es lo que
no hago hija? Lo mismo que hacía en la televisora de tu abuelo Abraham antes de
las forzosas ventas… Entrampar consumidores.
—¿No
filosofes… Pa…' y cuéntame ¿Qué mismo haces?
—Te cuento
hija…, Después de incontables tazas de café y de mucho fumar, escribo historias
en las que narro los “beneficios” de tal o cual producto; con ellas elaboramos
guiones, que ya aprobados, se editan en diversos soportes. Mis historias
convertidas en anuncios, se pautan en diferentes medios y éstos los difunden.
¡Ese es, aunque mal pagado…, mi importante trabajo! hija.
—¿Así…? ¿Eso es
todo? ¿Y cuáles son esos… medios?
—¡Ah…! Son insaciables
fraternidades que informan o desinforman, aturden o entretienen y ahora
metamorfoseados en plañideros políticos, solo se esfuerzan en maquinar la
des-memoria.
—Deja los rencores
Pa…' Y dime ¿Por qué se llaman medios?
—Me imagino porque han
logrado agazaparse a la derecha de los que gobiernan, producen, vapulean y
acumulan; y a la izquierda de los que eligen, consumen, aplauden y malgastan. Y
tanto medrar de conflictos, originados por sus mismas políticas, han logrado
instituirse santurronamente como jueces… y no solo del marketing.
—Pero son así de
malcriados Pa…'
—Pero claro… hija. Solo razona. Sin conflictos no hay
primicias; sin primicias no hay ponencias; sin ponencias no hay comerciales;
sin comerciales no hay consumidores; sin consumidores no hay negocio; sin negocio
no hay dinero… Sin dinero no hay negocio, no hay consumidores no hay comerciales,
no hay ponencias no hay primicias y no hay conflictos. Su agiotaje es… cíclico In saecula saeculorum (22).
—Pero…
Pa…' ¿Y tus historias?
—Si… mis
historias y las de otros “creativos”, ceñidas a pulcras imágenes, estudiados
movimientos y meditados discursos, embisten hogares y sitios públicos,
cotorreando a millones de compradores; como bien gruñe mi jefe “el advenimiento
en el mercado del siguiente nirvana”.
—Pero
son historias o son discursos. Pa…' ¿Qué mismo son?
—Bueno…
historias, pero ya editadas terminan como discursos robustecidos de una
poderosa fuerza de persuasión; así el televidente remeda actitudes, comportamientos,
modas y sobre todo extraños caprichos. Entérate que nadie, absolutamente nadie,
puede escapar al atropello de la publicidad, porque minuto a minuto se nos
cuela por los sentidos. Es el virus contemporáneo hija ¡Y sin vacuna posible…!
—Oye
Pa…' yo quisiera hacer lo que tú haces. Pero contando otras historias…
—Pero, por
supuesto, hija, solo necesitas buenas calificaciones, mucha fe y mucha
imaginación.
—Calificaciones
fácil…, de fe sabe la Abuela …,
lo que me parece difícil es imaginar.
—Es fácil, hija…
Escucha. Supongamos que te contratan para lanzar al mercado una nueva leche. Tú
debes bautizarla, con un inquietante nombre; confirmarla, con un estudiado
slogan y crucificarla con una persuasiva historia. A ver, estudiemos un nombre,
dime… ¿Tres virtudes que tenga la leche?
—Te
repito… otra vez Pa…' Yo quisiera contar historias más tiernas… Pero, está bien
yo digo… “Rica”, mi mamá impondría… “Digestiva”, mi abuela sugeriría…
“Natural”.
—“Rica,
Digestiva y Natural”. ¡Correcto!... Ahora bien, refinando lo innegable digamos:
“Enriquecida”, en vez de rica. Abreviemos las tres virtudes con sus dos
primeras letras y obtenemos: En, Di, Na… ¡Viste ya tiene identidad! Leche
Endina pero, como tintinean dos vocales juntas; robémosle una… ¿Como se
llamaría entonces?
—Lechendina
¡Que hallazgo, Pa...' Inventemos el apellido y me toca a mí…
—Espera hija,
que hay algo importantísimo… ¡Aprende!: como es un producto masivo y se ofrecen
varios tipos de leches en el mercado, tenemos que exhortar al productor a
comercializarla con un valor más alto que todas, o no se venderá. Luego con el apellido
enredaremos al consumidor usando la única razón de la no compra, ¿Cual es? ¡El
precio! Urdimos entonces “una verdad” o Slogan, bombardearemos varias veces su
oído, así el comprador, subestimando el costo, registrará en su cerebro el
concepto de que esta leche es más cara porque es de mejor calidad. ¿Te das
cuenta la importancia de un buen apellido?
—Pero
entónces ¡¡Estas mintiendo…!! Pa’
—¡Silencio, hija!, no me
interrumpas que se me escapa la idea... Aprende: “olvidar, calidad, precio” “precio,
calidad, olvidar” ¡Ya esta!: “El precio se olvida… la calidad perdura”…
¿Notaste? Soy de verdad… ¡excelente!
Contrariada la
chiquilla, pues su querido “patriarca”, sin tomar en cuenta su razonamiento, la
calló; dijo su verdad, ponderó tanto su excelencia, que hasta olvidó mencionar,
como de costumbre: “Su alcurnia”. Así que pensativa e indiferente prefirió
permanecer silenciosa. Su padre, en cambio, abstraído en el fumar y muy intrigado
por aquello, de que “¿como pueden mirarse dos
economistas sin echarse a reír?” y, además, molesto por no poder resolver sus arribismos sanguíneos
y financieros, ni se percató del silencio de su hija. Solo después de varios
kilómetros y, como huyendo de una pesadilla retornó asustado a la realidad,
echó mano a otro cigarrillo, lo encendió y con autoritario tono expresó:
—¿Que pasó… hija…? ¿Qué
pasó…? ¿Dijiste que querías hacer lo mismo que yo? Tenemos el nombre, tenemos
el slogan, necesitamos rematar el anuncio ¡Sigamos…!
Sin
hacer comentario alguno sobre su contrariedad y disimulando su enojo, la
prudente chiquilla, replicó:
—¡Dije…!
que me gustaría contar otras historias. Pero, si tú lo ordenas...; SI… GA… MOS…
—Para la
historia hija, precisamos: mucho éxtasis, como para anunciar pañales; un
inmaculado escenario, como
para detergentes y como fondo un coro celestial. Arrinconaremos al gran público
con temas de salud,
de calcio, de duración, de empaque, de higiene y claro de… ¡ahorro! Que los
amortiguados ojos y crédulos oídos de millones de televidentes se despierten y,
amalgamando dichos temas con un subliminal slogan, lo registren en sus cerebros.
Al salir al aire tu anuncio se develará en estudiados espacios, más de
quinientas veces al día; Mirando o hasta escuchando el consumidor lo tendrá en
mente y el momento de adquirir leche, despreciando la que antes compraba, se
apropiará, mientras viva, de la “Lechendina” ¿Viste que es fácil…? Y notaste lo
excelente que soy para construir estrategias. Sigamos… narra tu historia de
amor pero, sin olvidar los detalles. Ojala nos sirva para tu anuncio.
—Espera Pa...' ni tan
fácil, imagínate que no fui yo, sino tú el creativo del comercial y después de
un tiempo te contratan los dueños de la leche que ya nadie compra, para que construyas
una mejor estrategia para ellos.
—Improbable
hija, para otra estrategia, necesitan otra agencia y otro creativo.
—Entonces Pa…' si contratan otro creativo, éste,
tendría que contar ¡mejores historias! que las que tú contaste… Luego tú
contarías ¡superiores! que las que él contó… y luego él ¡extraordinarias! y tú
¡maravillosas! y luego él… y tú… Llegará un momento en que ya serían dos los
mentirosos… ¿Y el crédulo televidente que?
—Mentiras ¡No!
hija… Estrategias. Entérate, que de lo que se trata es que el consumidor crea
más mi historia, que la del otro improvisado…
—¡Humm!, ¿Has sido todo un estratega no…? Y
dime ¿cómo lo logras?
—Muy fácil hija,
conciliando lo útil, con lo armónico”, asistido con unos ardides psicológicos y
con mucha fe… Entérate que con fe, tu tío Isaac ha zarandeado campañas… y hasta
las del clero hija.
—Oye, Pa… y esos medios televisivos, ¿cómo
seleccionan las estrategias?
—¡Ah…! Ellos, no
seleccionan nada hija; responden a intereses; disparan todo lo enviado por las
agencias, disputándose con otros medios los demás anunciantes, mientras las
agencias, batallan, entre ellas por atrapar más cuentas. Es la guerra hija, no
fría… ¡helada! pero con galardones, cócteles y sonrisas.
—Y ellos también son estrategas Pa…'
—Sí, en
contraprogramación dirigida a los otros canales, coincidiendo con sus tiempos,
así millones de televidentes, atormentados de porfiados comerciales, cambian de
canal y al encontrar similares temas y con los mismos auspiciantes, retornan
sumisos, hasta que se quedan dormidos. Solo así, los modernos gallos, logran su
sueño. ¡Alcanzar un alto rating!
—Y… ¿Qué
es eso de rating? Pa…'
—El rating hija,
mide la cantidad de televidentes alelados por un canal, absortos por
entrevistas o a diario amamantados por tal o cual tele “novena”.
—¿Y para
que son las entrevistas? Pa…’
—Las
entrevistas, hija, sirven para mitigar la eufobia (23) y lalofobia (24) de muchos, al tiempo que arbitran
componendas, chantajes, odios y desquites por parte de novicios del fulgor;
opositores de turno; maestros del escándalo o sátrapas de la coyuntura…
—Y los
medios serán igual en todas partes del mundo Pa…’
—Creo que no
hija… Solo acuérdate de los 33 mineros
que quedaron atrapados en una mina de Chile; todo el mundo presenció las 24 horas de su rescate en forma ordenada, sin
especulaciones, sin comerciales, sin sensacionalismos y sin enervantes
entrevistas.
—Y lo
demás que vemos en nuestra tele ¿Cuál es la estrategia? Pa…'
—¡Ah! hija…
salvo pocas excepciones, su mérito consiste en rellenar, entre millones de
comerciales, noticieros, dramatizados por histriónicos equilibristas. Pirotecnia
futbolística, rugida a diario por ventrílocuos eruditos. Ofertas de vida
eterna, ensalzadas por atropelladores de la incertidumbre. Cargantes Realitys, medidos por cultores del
ridículo. Sanchopancescos chismes, morboseados por malcriados fantoches. Ofertas
millonarias, a cambio de “diestras” preguntas, torpes opciones y burdos pagos.
Tventas, adornadas de obesos... planes y anoréxicas... cuotitas. Insólitas sanguíneo-tragedias,
rebuscadas en adoloridas zonas. Películas estorbadas, con sobrepuestos
comerciales. Estilos de muerte en vida, publicitados con cientos de pócimas.
Frívolas confidencias , a millones de tele-ilusos, que mensajean vía celular
por “solo treinta y cinco centavos de dólar”, o... más. ¡Ah…! y el néctar: Mostrencas
telenovelas embutidas de multinacionales anuncios, cercenadas o no, según el
inquisidor rating, ahorrando lágrimas a millones de gandules, llenando en ollas
la de los productores y en toneles la de los autores.
—Pero
Pa…' aunque, me asusta tu lealtad con el mundo donde trabajas, deberías optar más
bien, por un Wikileaks “criollo” imputando tejemanejes y clamando por un canal
para niños, uno de cultura, uno de salud y alimentación, uno de películas y
documentales, uno de quejas y verdaderas noticias y uno que publicite solo lo útil,
duradero y saludable. Seis canales públicos Pa…' Imagina el futuro. Solo…
¡Imagina!...
—Estás soñando
hija. No viajaríamos en un “Santa Fe”, sino en un atestado, maloliente e inseguro
autobús… Y yo, maldiciendo sin poder fumar… Mejor ¡Deja de soñar! y
construyamos la historia.
—¡No!
Más historias Pa…' me he pasado escuchando todo el camino solo tus enredos y estrategias,
no quiero ese mundo para mí, nunca hablas de amor, nunca discutes ideas... Solo
chismes. Humeas tu salud y la de tu familia, no escuchas mis proyectos, peor
mis historias que hasta podrían alcanzar alto rating. Desoyes mis advertencias.
Pero nunca las de mamá…
—Esta bien mi
amor, pero… aguarda, prendo otro cigarrillo y prometo escuchar sin interrumpir
las extraordinarias historias, que mi creativa y favorita hija le gustaría
contar por la tele…
—(¿...?)
Pero… sin ironías Pa…' recuerda que aún no me has dado hermanas…
—Tienes razón
hija… Pero… Cálmate y… continúa. Soy todo oídos.
—¡Escucha! Pa…' A mi
simplemente me gustaría contar historias sueltas, historias que convoquen al
amor, contar, por ejemplo, lo que siento por mi Tefilín, contar lo que mi
Tefilín dice que siente por mi, contar sobre nuestros planes; contar cómo se
encendieron nuestros rostros el día que nos conocimos; contar cómo fue nuestro primer
beso; contar sobre nuestros encuentros clandestinos; contar que mi familia aún
no sabe de su existencia; contar que cuando lo conozcan lo van a odiar por que
él trabaja solo los días sábados; contar que su apellido les causará risa; contar
cómo con gritos reprocharán nuestra unión porque él no está circuncidado;
contar cómo fruncirán la nariz cuando lo vean o se enteren que es negro; y, lo
qué más me enorgullecería contar es sobre las copiosas lágrimas de felicidad
que brotaron de mis ojos y de los ojos de mi Tefilín, el Martes pasado, cuando
el doctor Himmler nos anunció, que por fin, yo… ya estaba embarazada…
—*h#d*~u?g*p m¸
#ç, ~e +zoid*#i q*e
El
atónito y enfurecido padre no salía de su asombro, tenía que decir algo, pero
no sabía qué decir…; se descontroló tanto que al pretender retirar el
cigarrillo de su boca, para sentenciar, aunque sea maldiciones, sus tembleques
y pegajosos labios se lo impidieron y sus dedos cordial e índice ,
resbalaron torpes hasta el final, quemándose y desprendiendo el incandescente extremo,
que al caer, chamuscó también sus piernas. Atacado por el intenso ardor, perdió
aún más el control… tanto que no se percató que el autobús, que iba delante,
reducía la velocidad y… cuando por fin lo tuvo próximo…, intuyó, aterrado, que
no alcanzaba a frenar…, entonces giró bruscamente el volante y con las justas
lo rebasó… pero… se encontró, de golpe, con un enorme volquete, que venía en
sentido contrario y que irremediablemente lo sacaría de la vía; pisó el freno…,
pisó una vez más…, pero… fue peor…, en fracción de segundos, estrepitosamente
se volcó… Tras arrastrarse por varios metros, fue a detenerse, por fin, en unos
matorrales… Al momento, llegaron más conductores de la transitada vía y con los curiosos habitantes del sector les prestaron
ayuda…; más tarde, apareció la ambulancia y, a toda prisa, se los llevaron.
Al
siguiente día, la chiquilla, abrió sus ojos y, después de examinar su
alrededor, evidenció que se encontraba en un hospital, volteó lentamente su lesionada
cabeza, y angustiada comprobó que en la cama contigua permanecía, entre
vendajes sondas y poleas…, su mal herido padre. Preocupada, sacó sus manos de
entre las sábanas y trató de levantarse, pero le fue imposible, buscó un
timbre, pero no lo encontró, llamó repetidamente a su patriarca, pero no obtuvo
respuesta. Esperó varios minutos y volvió a llamarlo, pero esta vez lo hizo en
voz alta, usando su segundo y apocalíptico nombre, además, aplaudiendo tres
veces, igual como hacía su mamá cuando él se dormía con los comerciales de la
tele… Tras instantes de gran incertidumbre, por fin, su patriarca dio señales
de vida…
Luego
de escuchar con respetuoso silencio sus estratégicos sermones, la precoz
chiquilla expresó:
—¡Perdóname…
Papá! Tan solo intentaba advertirte lo peligroso que resulta... construir mentiras...
(21) Al
inteligente basta poco.
(22) Por los
siglos de los siglos
(23) Eufobia:
pánico a las buenas noticias.
(24) Lalofobia:
pánico a hablar a otros, o al público.